Esta privilegiada situación geográfica, que hace de Barcelona en tantas ocasiones la puerta y el puerto de España, confiere a la ciudad ese especial carácter de ser, a la vez el enclave más europeo de España y quizás la presencia española que más cuenta en Europa. A caballo entre la montaña y el mar, no lejos de la raya fronteriza de los Pirineos, Barcelona parece dar la bienvenida a muchos de los visitantes que llegan a España.
Entre Las Ramblas y El Paralelo
Y ya estamos en el arranque de una de las vías más famosas del continente. Gentío afanoso que va a buen paso a sus quehaceres, vaga de escaparate en escaparate o se sienta en la terraza de algún café o en las sillas que pueden alquilarse bajo los árboles; grupos que se reúnen para discutir la actualidad taurina, en el Arco del Teatro, o la futbolística, junto a la Fuente de Canaletas; algarabía de pájaros libres o enjaulados en los puestos en que se vende la alada y leve mercancía; pregones de las floristas al pie de sus puestos de venta; cháchara de los dueños de los quioscos de libros, revistas y periódicos en las fachadas. Todo ello forma un alegre tumulto callejero y popular, lleno de colorido, luz y fuerza vital.
A la entrada de la calle del Conde del Asalto los visitantes se sorprenden las atrevidas líneas del palacio Güell, obra de Gaudí. Aquí se halla instalado el Museo del Teatro también. Cualquiera de las calles que salen en idéntica dirección de Las Ramblas llevan, tarde o temprano, directa o indirectamente, al Paralelo, mezcla curiosa de Broadway y Montmartre, bajo un signo, sin embargo, muy barcelonés, donde la vida teatral, especialmente durante la noche, encuentra adecuado escenario.